Esta historia comienza a mediados del año 98, justo en momentos en que el mundial de fútbol de Francia comenzaba y en santiago de Chile llovía a cascadas en la escuela estatal de la republica independiente de Chimichurri.
El mal tiempo les jugo una mala pasada a los alumnos del cuarto básico, así que asistieron diez de sus treinta alumnos. Esto se repitió en el resto de los cursos, así que la medida a tomar fue reunir a todos los alumnos en la sala que no se llovía y, sentados todos frente a un televisor, ver el partido que se disputaba a esa hora en el lejano país de Edith Piaf.
Todo estaba bien, se aguantaba el frío, pero, con los goles de uno u otro equipo, aprovechábamos la ocasión para gritar estos tantos mas con desenfreno que con la alegría de la ventaja.
El problema fue que estas celebraciones se escuchaban por todo el colegio y llegaron a oídos del señor Enzo Pencco, el profesor de lenguaje y comunicación y conocido por su fuerte carácter disciplinario y estrictas exigencias de conducta (como se diría coloquialmente en la zona, un “viejo pelao pesao”), el que no dudo un segundo en ir a ver que pasaba con el grupo de alumnos que veía el partido por televisión.
Sin embargo, debo mencionar que este profesor a pesar de su carácter, era un excelente profesor, buena persona y fanático del fútbol. No obstante, por muy fanático del fútbol que fuese, no tolero ver como una treintena de alumnos se comportaba como un hincha en la garra blanca o en los de abajo, con cánticos, mesas como bombos, sillas como tablón y su medida de calmar las masas y disuadir a los alborotados fue golpear la pizarra de tiza que estaba sobre el televisor de
La furia de este hombre por el desorden de los pequeños garreros fue tal, que con la fiereza de sus golpes a la pizarra para acallar a la multitud, rompió los soportes del pizarrón que se precipito con rapidez sobre el televisor.
La cara de espanto de la pequeña hinchada silencio el ambiente tenso que podía cortarse con bisturí. El profesor al ver semejante condoro, busco la complicidad de la hinchada y puso su dedo índice vertical frente a su boca, buscando la forma de silenciar el ruido de la barra y el estruendoso golpe sobre el televisor. Lo que consiguió a cambio fue una carcajada descomunal por parte de los hinchas que se agarraban el estomago de tanto reír. Los más grandes o los líderes de la hinchada ayudaron a colocar la pizarra en su lugar y comprobar que
El acuerdo que finalmente aprobó el profesor Pencco fue que terminaríamos de ver el partido, con un poco más de calma si nosotros no acusábamos su comportamiento de King Kon con la pizarra.
Lo ultimo que puedo añadir es que el partido termino
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