jueves, 24 de abril de 2008

El dia que aprendí a decir que si

Como todo nuevo día la alarma de mi reloj interrumpió mi sueño, luego luche por quince minutos con mis sabanas, mientras entre los gritos de mi mama y el olor a pan tostado me anunciaban el comienzo del día.

Luego del ritual matutino me fui a probar suerte al paradero de micros, mientras escuchaba música reflexionaba sobre lo mal que me iba en matemáticas y lo mucho que esto me agradaba, cuando luego de media hora de pisotones gritos y olor a trabajo alfil llego a mi querido colegio, que tenia de querido lo que yo de príncipe, una vez dentro del colegio todo cambiaba a color sepia, todo olía mal y todo se escuchaba mucho peor, excepto ella, ella era una compañera, la única que se veía en colores la única que olía y se escuchaba bien.

En clase volaban los papeles y gritos mas ella no perdía su encanto, todos los días me imaginaba tomando su mano y confesando lo mucho que me gustaba, recuerdo que pensé que aquel día no tendría nada de especial, era una jornada normal, todos golpeaban al pollo un compañero imán para los matones, nadie pescaba al pablo mármol nuestro profe de historia, mis amigos hablaban cosas sin sentido y yo, yo la miraba a ella, la miraba solo por el dolor de gusta que me daba cuando se cruzaban nuestros ojos era una sensación de muerte-vida no tengo otra explicación.

Campana y recreo lo único que justificaba la tortura escolar, una dieta balanceada provista por el kiosco del patio y sus papas fritas. Campana otra vez y la vuelta a clases mas lenta del mundo, primero la visita al baño y liego subir cada peldaño como si nos doliera, en la sala lo de siempre mochilas volando, sillas dadas vuelta y mesas quemadas con corrector (un clásico), y el pollo siendo golpeado por los matones, pero algo andaba mal, mi mochila no estaba, nada raro ni peligroso salvo por mis poemas a margarita no podía si no tener nombre de flor, mi mochila apareció pero de los poemas ni la sombra, fue cuando me di cuenta que ese no seria un dia normal.

Campana y recreo otra vez, yo desesperado buscando mis obras que serian mi destrucción si caían en manos de algún moustro molestoso o de la mismísima Margarita.

Vuelta clases y cuando estaba bajo el marco de la puerta de la sala note que era el infierno lo que veía, aun no terminaba mi segundo paso de entrada cuando el cabezón Mesa se subió a una silla y comenzó a leer uno de mis poemas, yo sin saber que hacer me abalance sobre el pero los matones ya no le pegaban al polo si no que estaban sobre mi, para mi buena suerte Margarita aun no llegaba a la sala, pero como la humillación no es algo que se lave con agua Salí corriendo a esconderme en el nogal del colegio, luego a la salida era un muerto con una mochila y un pase escolar, cuando estaba en el paradero poco antes de que pasara la micro escuche gritar mi nombre cuando me di vuelta y vi que era margarita casi me desmayo pero si mis compañeros ya sabían que escribo poemas y además que me desmayo me tendrían por fleto para siempre, ella se acerca mi y con su voz perfecta me pregunta - ¿es verdad que te gusto?, a lo que yo respondí entre manos sudadas y voz temblorosa con un gran y tímido no, ella insistió preguntando si era en serio a lo que yo respondí que no me gustaba.

Desde ese dia ya no la miraba ni pensaba en ella, mi cabeza solo me permitía pensar en lo cobarde que fui y que hubiese sucedido si eso no hubiera sido un si, ya han pasado siete años y aun me lo pregunto que seria de mi vida si ese no hubiera sido un si, pero la vida pasa y las cosas cambian y otras no por ejemplo aun hago mi ritual matutino para comenzar el dia, aun escucho música para olvidar los pisotones y el olor a trabajo en la micro, espero que al pollo no le peguen mas pero lo que mas cambio es que ya no desaprovecho las oportunidades que me da la vida, así no pienso en que pudo pasar si no en lo que pasara.

Curandero

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